La filosofía de Heidegger es un lugar de quiebre, el punto en el que el pensamiento experimenta su tragedia extrema y sin embargo es capaz de sobreponerse a ella. En cuanto punto de ruptura, podemos encontrar en la obra de Heidegger “momentos políticos” no subordinados, sin embargo, a una tendencia de concreción inmediata. Tal vez lo decisivo está en la meditación de la técnica, que promueve “efectos políticos” de importancia justamente por haber eludido una implicación directamente política.
¿Hay un “impolítico” heideggeriano? ¿El conjunto a-político / político –el intento de conversión en términos políticos de la tradición espiritual alemana en el ‘33– no es desplazado, en el último Heidegger, por lo impolítico en tanto deconstrucción de la política como valor (y a la vez como aspecto central de la técnica), sin retorno posible, sin embargo, a las antiguas tablas de la Kultur; sin referencia posible a los valores de lo a-político o bien, más precisamente, al “espíritu”?
¿Qué sería pues una política-sin-Fundamento, una política-de-subjetivada? ¿Qué sería una (im)política heideggeriana? Este interrogante, tal vez imposible de responder de un modo que no sea oblicuo, corta verticalmente la verdad histórica de lo político como voluntad de poder. Ni una “utopía de regreso”, ni una concepción de la historia por la que podamos experimentarla como “hazaña de la libertad”. La destitución, en todo caso, de todos los principios que vertebraron la práctica desde una procedencia metafísica, desposeídos hoy de su antigua fuerza normativa.
Páginas: 328
Editorial: La Cebra
Desde la línea. Dimensión política en Heidegger - Diego Tatián
La filosofía de Heidegger es un lugar de quiebre, el punto en el que el pensamiento experimenta su tragedia extrema y sin embargo es capaz de sobreponerse a ella. En cuanto punto de ruptura, podemos encontrar en la obra de Heidegger “momentos políticos” no subordinados, sin embargo, a una tendencia de concreción inmediata. Tal vez lo decisivo está en la meditación de la técnica, que promueve “efectos políticos” de importancia justamente por haber eludido una implicación directamente política.
¿Hay un “impolítico” heideggeriano? ¿El conjunto a-político / político –el intento de conversión en términos políticos de la tradición espiritual alemana en el ‘33– no es desplazado, en el último Heidegger, por lo impolítico en tanto deconstrucción de la política como valor (y a la vez como aspecto central de la técnica), sin retorno posible, sin embargo, a las antiguas tablas de la Kultur; sin referencia posible a los valores de lo a-político o bien, más precisamente, al “espíritu”?
¿Qué sería pues una política-sin-Fundamento, una política-de-subjetivada? ¿Qué sería una (im)política heideggeriana? Este interrogante, tal vez imposible de responder de un modo que no sea oblicuo, corta verticalmente la verdad histórica de lo político como voluntad de poder. Ni una “utopía de regreso”, ni una concepción de la historia por la que podamos experimentarla como “hazaña de la libertad”. La destitución, en todo caso, de todos los principios que vertebraron la práctica desde una procedencia metafísica, desposeídos hoy de su antigua fuerza normativa.
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